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miércoles, 26 de abril de 2017

De vinos naturales en Kioto: Le 14e, Taiho - 大鵬 restaurant... (1ª Parte)



Estaba enamorado de Tokio y tras nuestra estancia en Kioto me enamoré también de esta bella ciudad. En éste y en el próximo artículo os explicaré los motivos:

A pesar de ser una ciudad grande, es a la vez muy tranquila. Situada en un valle, predominan claramente los edificios bajos, siguiendo un patrón de cuadrícula en su mayoría. Destacan los numerosos templos, de hecho se le podría llamar la ciudad de los templos. El conjunto realmente es armonioso.

Si viajas en tren por Japón, lo primero que verás al llegar a Kioto es su imponente estación, obra del arquitecto Hiroshi Hara e inaugurada en 1997. Moderna y enorme, tiene un estilo futurista e incorpora incluso varios centros comerciales. En nuestro caso, nos instalamos muy cerca, pienso que es uno de los mejores puntos desde el que visitar la ciudad.


Justo enfrente se ubica la Torre de Kioto, de 131 metros de altura y construida en 1964 en conmemoración de aquellos Juegos Olímpicos.

Y a solo unos pasos, se encuentran los templos Higashi Hongan-ji, el primero que visité, y Nishi Hongan-ji. Muchas otras visitas en la ciudad merecen ser nombradas, como por ejemplo el santuario Heian jingū, el santuario Kamigamo, el Palacio Imperial, el Castillo de Nijo, los paseos por Pontocho, por el barrio de Gion o los paseos bordeando el río Kamo, Kamogawa en japonés.


Otro recorrido a destacar sería alrededor del templo Kiyomizudera, en realidad un conjunto de templos budistas y recintos religiosos situados en el distrito de Higashiyama, al este de Kioto. Podremos observar la majestuosa puerta roja Niōmon o la pagoda de tres pisos Sanjūnodō, con 31 metros de alto (fotografía de cabecera).

Casi a las afueras de la ciudad, hacia el noroeste, podemos acercarnos en bus desde la estación, veremos el templo Kinkaku-ji, llamado también Golden Temple o Pabellón de Oro. Rodeado de jardines y cubierto por pan de oro, su silueta se refleja en el lago, una imagen espectacular a pesar de nuestra presencia, la de los turistas.


Nuestra estancia en Kioto fue muy agradable. Si en Tokio encontramos numerosos locales especializados en vinos naturales, aquí en Kioto no nos faltaron, ni mucho menos. Japón es un paraíso del vino sin aditivos. 

Para comer y beber, os comento de momento dos lugares extraordinarios que visitamos:


No habíamos reservado mesa, pero menos mal que de todas formas vamos pronto a los sitios, muy amablemente nos comentaron que nos atenderían encantados más tarde. El lugar es pequeño, con una capacidad para muy pocas personas, no creo que llegue a la docena. Tuvimos suerte.

El sitio es muy agradable, la cocina está abierta a la sala. Su propietario es el Sr. Shige, quien trabajó durante varios años en París, en el restaurante Severo entre otros. Además de ensalada probamos el plato estrella del local, excelente carne madurada y perfectamente cocinada, 100% japonesa, wagyu, proveniente de una granja a 60 kilómetros de Kioto.  Ahora puedo decir que la mejor carne de mi vida la he comido en Japón. 


No sabía qué botella elegir entre las que me ofrecieron, todas me gustaban y atraían, finalmente me decidí por un pet'nat, Ladybirds, cabernet franc del Loira, de la Closerie de Belle Poule. Perfecto. El primer vino que bebimos en Kioto.

Antes de irnos conversamos un buen rato con Monsieur Shige y su ayudante, la lengua francesa fue una ventaja, nos convidó con un fantástico vino, Fou du Roi de Axel Prüfel, Le Temps des Cerises. Charlamos de su experiencia en Francia, es amigo de Kenjiro Kagami; también de Michel Tolmer (autor de Mimi, Fifi et Glouglou, entre otros trabajos), quien le diseñó el logo del restaurante. Shige san es una persona amabilísima, él mismo nos reservó mesa en el siguiente restaurante.

393-3 Iseyamacho. Second floor. Pogan Building, Kyoto





Teníamos la mesa dispuesta gracias a la reserva de Shige san. Nos atendió Misa san, sommelière que dominaba el italiano, la comunicación así entre español e italiano resultó muy fácil. El restaurante, japonés, está especializado en cocina cantonesa y de Sichuan, también en vinos naturales.


Degustamos un menú delicioso, de varios platos, cada uno perfectamente maridado por la competente sommelière. Entre otras copas, saboreamos: Tête de Bulles de François Dhumes; Sassaia 2015 de Angiolino Maule, La Biancara; Oslavje 2013 formato 500ml, de Stanko Radikon; Domaine Lous Grezes, Cuvée Alibi Duché D'Uzès 2010; Le Casot des Mailloles, Poudre d'Escampette 2013; Malvasia 2014, Donati Camillo... Una selección maravillosa. Y finalmente una copa de un vino que nos ofrecieron a ciegas y que me sorprendió. Con notas y recuerdos a Marsala, resultó ser un vino de arroz que reposa en vasija desde hace 38 años, increíble vino chino.

Kouki Watanabe san, el también simpático chef, salió de la cocina expresamente para saludarnos.

Otra bonita experiencia. Kioto es otra maravilla más de Japón.

Vicente






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